HOY SÁBADO 27 DE SEPTIEMBRE DE 2008,
el Jefe de Carrera ha recibido este relato de una ex alumna de la Carrera que refleja muy cómo se está realizando de profesora rural.
Este es el relato de Maritza Gallardo Molina
Cómo está mi profe regalón!
Le escribo porque estoy muy feliz y no podía dejar de compartir con usted la experiencia que estoy viviendo. Le cuento que me cambié de trabajo hace como un mes ya, a una escuela rural, y estoy realmente feliz, es sin duda el mejor lugar donde he trabajado, queda muy lejos de la ciudad, en una localidad que se llama caivico, en la IX región, yo vivo en temuco, pero los dueños de la escuela me pasan a buscar y vamos en furgón porque para allá no hay locomoción; es muy hermoso el entorno, puro campo, todo verde, araucarias, vaquitas, jaja, muchos patos silvestres...es muy bonito, la escuela es pequeñita, y somos 3 profesores, somos como una familia, en la escuela hay jabalíes, gallinas, vacas, ovejas, caballos y abejas mielíferas, también árboles frutales, y se siembran verduras, así que comemos varios productos de la misma escuela, en mi sala tengo una estufa a leña jaja, y los niños, son muy distintos a los de la ciudad, son respetuosos, cariñosos, se esfuerzan mucho por aprender, con un corazón puro...yo hago lenguaje de 1º a 4º básico, todos en una misma sala, y Naturaleza en 7º y 8º, es muy lindo estar allí, lo malo es la falta de recursos, no se puede trabajar con internet, ni hay biblioteca, y por supuesto los niños no pueden comprar materiales, asi que hay que arreglárselas...pero la satisfacción profesional y personal que queda en la alma cada día es maravillosa. Los directivos (que son los dueños de la escuela), están muy conformes con mi trabajo, y ahí he podido apreciar en realidad las herramientas que me entregó la formación en la Universidad, he cambiado muchas cosas, no se trabajaba con material didáctico y había poquísimo, y conmigo es diferente, me dice la directora que con las actividades que yo hago les enseño a pensar a los alumnos y que todo es muy distinto a las experiencias que tuvo con otros docentes que pasaron por aquella escuela, así que todos felices, me siento una niña en realidad, porque en el tiempo libre corro al aire libre jugando con los niños, o en los columpios o con los animales, es muy motivador. Disculpe que le dé la lata...ja, pero quería compartirlo con usted que sin duda dejo un huella en mi corazoncito. Un abrazo a la distancia.
Maritza
La ruralidad desde otra vereda
(Un aporte de Rodrigo Véliz, exalumno Básica Rural)
La ruralidad durante años ha sido idealizada bucólicamente, pero la ruladidad esconde la pobreza más absoluta, esa que no aparece en las encuestas, esa que los turistas no fotografían.
En cierto modo unos días de lluvia no es terrible, lo terrible es que corta los caminos, el almacén empieza ha quedar escuálido, y la posta ya no es ni para emergencias. El invierno se pasa gracias al verano y sus cosechas, el invierno se pasa con frío y una sensación de hambre que dura hasta la primavera.
La escuela se convierte en un lugar donde todos pasan lo mismo. Por una parte los profesores se quedan convertidos en un contador de noches y de días. En el día los niños (ya convertidos en familia postiza) entregan fuerza para continuar con la tarea y de noche el frío y la radio le recuerdan que está a principios del siglo XXI y que en este lugar aún no llega.
Ser profesor es una gran tarea, pero la es más ser profesor rural. Creo que la vocación es la única gran herramienta que les dará fuerzas a continuar.
Uno aprende a vivir, cuando la nieve cubre los zapatos, cuando los niños lloran por la muerte de sus animales, cuando los viejos realizan una fiesta porque su hijo mayor se va a la ciudad. Eso es la ruralidad un gajo de esperanza que se quiebra.
Para vivir en la ruralidad (no confundir con parcelas de agrado) hay que tener fuerzas, y saber que uno se convertirá por años en un habitante anónimo de los inviernos, donde el amor a la profesión te mantiene vivo. Esto no aparece en los libros y no se cuenta en las clases. Reflexionen y piensen que esa gente vive pensando en pasar cada nieve, cada lluvia, cada sequía sin la muerte entre sus brazos y que confían plenamente en nosotros, quizás con la esperaza que sus hijos no vivan siempre lo mismo.